A diez años de la
muerte de este pintor naif, la Corporación Bodegón Cultural de Los Vilos
ha organizado una exposición homenaje con el fin rescatar y valorizar
su obra. Federico Lohse llegó a vivir a Los Vilos a los 50 años y
durante treinta se dedicó, a través de sus pinturas, a registrar con
mucho adorno la calmada vida del pueblo.
Por María Inés Silva, octubre 2002.
El
domingo 29 de noviembre de 1992, al medio día, un cortejo fúnebre más o
menos reducido acompañaba a la familia Lohse Vargas al Cementerio
General de Santiago a dejar los restos de su hijo Federico. Mientras
tanto, en la ciudad de Los Vilos, un importante número de personas se
declaraba de duelo debido a la muerte del mismo Federico. Sin embargo,
el luto vileño no tuvo que ver con trajes negros ni con visitas a
mausoleos, sino con depositar incógnitamente, durante todas las mañanas
de diciembre de ese año y de enero de 1993, ramos de flores en la
entrada de la “Casa-Almacén-Confitería y Galería de Arte de Pintura
Naif, Nicolás Federico Lohse V.”, ubicada casi al final de la larga
calle principal del pueblo.
Lohse
había despertado la atención de Los Vilos. Y no precisamente por
tratarse de un pueblo chico, sino por dedicar los últimos treinta años
de su vida a adornar con fructífera imaginación la historia del pequeño
puerto nortino, y a registrarla con pinceles y óleos de mala calidad en
telas preparadas con sacos de harina. Siempre se le podía encontrar en
su casa, rodeado por más de doscientas de sus pinturas colgadas en las
murallas y por un auditorio siempre atento, integrado por locales y
extranjeros, de todas las edades. Y mientras explicaba a los oyentes la
historia de sus cuadros, o comentaba su éxito artístico por el mundo o
narraba episodios locales mezclados con mitos, temas bíblicos y
fantasías, repartía dulces y confites preparados por él mismo.
Adornando la vida
Nicolás
Federico Lohse Vargas nació en Antofagasta el 13 de mayo de 1912. De
profesión “Técnico en confitería y especialista en panadería
industrial”, se trasladó con sus padres a Salamanca donde practicó su
oficio en la panadería familiar. Se casó, tuvo cinco hijos y partió a
Quillota para trabajar en el campo, en la crianza de animales y para
pasar allí una gran parte de su vida.
No fue hasta principios de los
sesenta cuando Lohse reaparece en la provincia del Choapa, pero esta vez
en el pueblo de Los Vilos. Tenía 51 años y había decido empezar una
nueva etapa instalándose en una casa de fachada continua que tenían sus
padres en el pequeño puerto. En dos de las habitaciones, las que daban a
la avenida Caupolicán, montó un almacén donde vendía, junto con su
hermana mayor, Rosa Lohse, bebidas, cigarros, confites, huesos de
animales marítimos, conchas y botellas, entre otros muchos cachivaches.
“Precisamente
en esta ciudad, comenzó a los 55 años a pintar sus primeros cuadros,
imbuido por una nostalgia no exenta de dolor ya que perdió a su esposa
en Salamanca”, explicaba el semanario El Norte Chico, en marzo de 1993,
en un artículo publicado meses después de la muerte de Lohse. Erwin
Riquelme, vileño de nacimiento y uno de los fieles oyentes de Lohse
durante toda su infancia agrega que “don Federico siempre decía que
luego de haber enviudado su pena era tan grande que se puso a tomar
mucho trago”. “Pero un día”, como cuenta Lohse en una entrevista
realizada por El Mercurio el 17 de enero de 1987, “me sentí enfermo y
quise salir del letargo en que estaba sumido. Como a las tres de la
mañana empecé a pintar y me salieron unos borrachitos. Mi madre, que
entonces vivía, me animó a que siguiera adelante. Quizás el asunto de la
pintura se había demostrado antes en mí de otra forma ya que siempre
hacía en masa figuritas de gente y animales que se las peleaban”.
Con
este romántico y apasionado relato sobre sus orígenes artísticos, Lohse
se ganó durante años la admiración del amplio auditorio infantil y
juvenil que pasaba diariamente por el almacén para oír sus cuentos y
recibir algún dulce de regalo. Hace un par de semanas, esta misma
historia provocó impresión y luego risas en su hija mayor, Mireya. “No
había caso con él...”, comenta con suspiros. “Mis padres se separaron a
principios de los 60, pero no fue ningún drama. Él se fue a Los Vilos,
ella se quedó en Quillota y se mantuvieron en contacto hasta 1969 cuando
ella murió. Además, él pintaba desde antes e incluso le hacía clases a
mis hermanos Jaime, Kiko y Fernando. Por eso mismo es que actualmente
dos de ellos pintan. Pero bueno..., siempre era lo mismo. No podía
aguantarse de invitar historias y, lo peor de todo, era que como las
contaba de manera tan entretenida y con tanta seguridad todos se las
creían”.
“Así
era el viejo”, recuerda Bruno Schlechter, quien llegó a vivir a Los
Vilos a fines de los setenta y entabló una gran amistad con Lohse
entorno a la pintura, la vida porteña, las historias y la pesca. “Le
gustaba ponerle color a la vida y arreglarla para que se viera y oyera
más bonita. Y ¿qué importaba? ... Eso no le hacía mal a nadie, al
contrario”.
Lo mismo opinaba el acuarelista y actual presidente de la
Sociedad Nacional de Bellas Artes, Alejandro Lizana. “Yo pasé largas
temporadas junto a don Federico y Bruno pintando y conversando sobre
inmortalidades y temas terrestres. Incluso en su casa todavía hay un
cuadro que se llama “Los tres pintores” donde aparecemos él, Bruno y yo.
“Era súper carrilero, pero me encantaba oírlo. Además, yo no veía las
historias que contaba como una mentira, sino como sus sueños”. Y tanto
le gustaban, que incluso le facilitaba los medios para aumentar los
mitos. “Me acuerdo que una vez le conté que mi hermano tenía que viajar a
China por viaje de negocios y don Federico no encontró nada mejor que
pedirle a él que le mandara “algo” desde allá. Mi hermano, que lo
conocía por mí y que tiene muy buen humor accedió encantado. Una vez en
China, le envió en una carta escrita en inglés en una hoja del hotel con
membrete en chino felicitándolo por su trabajo”.
La misiva en
cuestión, que todavía se encuentra en un aparador en la casa de
Caupolicán junto a otros cientos de recuerdos, catálogos de
exposiciones, archivos de prensa y libros de visita, decía lo siguiente:
“Beijing, nov, 28, 1983./ Querido señor Lohse: / Desde la República
Popular China, por favor reciba mis felicitaciones por sus pinturas y su
original arte. Uno de sus trabajos está colgado en mi casa de
huéspedes. Es muy apreciado por la gente. Amigo Lohse, buena salud y
larga vida por el arte. Sinceramente, Peng Liu Gu”.
Cuando la carta
llegó a manos de Lohse, todo Los Vilos se enteró del éxito en el mundo
del artista lugareño e “incluso fue noticia de portada de un diario de
Illapel”, recuerda Lizana. Lo que nunca se supo es que Peng Liu Gu no
era el dueño de un importante hotel en Beijing, sino Pedro Lizana Greve,
el actual presidente de la SOFOFA.
El pintor naif de Los Vilos
Pero
en la historia de Lohse no todo era mito y fantasía. A partir de los
años setenta y hasta poco tiempo antes de su muerte tuvo un importante
reconocimiento como pintor instintivo o naif a nivel nacional. El inicio
de su fama artística comenzó en un caluroso día de febrero 1967, cuando
dos veraneantes provenientes de La Serena y que se dirigían a Santiago
se detuvieron en su almacén.
“Siempre
dicen que fui yo la que lo descubrí, sin embargo, el que lo hizo fue mi
marido. Yo me quedé esperando en el auto, mientras él se bajaba por
unos refrescos. De repente volvió impresionado y me pidió que lo
acompañara”, recuerda la escultora Rosa Vicuña. “Al apoyarnos en el
mesón, la exposición que se presentó a la vista nos dejó mudos, un
verdadero milagro.... Entramos en la trastienda, se hizo noche
conversando, todo lo que contó era fabuloso, como su pintura. Sonriendo
pícaramente, con su mirada cálida y soñadora habló de sus primeras
experiencias en masa de harina ... y hasta un cocodrilo enorme (de pan)
que fue famoso y sirvió para todo el pueblo en un día de fiesta...
Comenzó con los pocos medios que tenía a mano, usando el óleo sobre tela
o cartón; de ahí sus escenas de pescadores en alta mar, sus
tempestades, la tierna calle larga de Los Vilos y la serie del paraíso
terrenal”.Cuando
el matrimonio llegó a Santiago comentó entre el grupo de amigos
artistas el hallazgo de Los Vilos. Uno de los enterados fue el pintor y
especialista en arte instintivo Carlos Paeile, que en esa época estaba
ávido por encontrar los artistas naif que habían en Chile. “Siempre me
había llamado la atención esa pintura y no entendía que, existiendo
Fortunato San Martín, nunca se hubiera hecho una búsqueda más intensa de
otros pintores”, comenta Paeile.
Por
esta razón, partió a Los Vilos a confirmar las palabras de Rosa Vicuña.
No fue defraudado. Lohse era definitivamente un pintor instintivo. “Más
que un estilo, esta pintura es expresión. El artista expresa por lo
general una anécdota que puede ser real o imaginaria, la cual está
obviamente interpretada, pero envuelta, sumergida, en un clima personal
en el cual el pintor involucra en forma inconsciente su mundo, su propia
individualidad con toda la problemática que lo conoce: sus conflictos
anímicos, sus creencias religiosas, su evolución cultural; expresando un
mundo mágico, poético. Y esto se daba en muchos de los cuadros de
Lohse”, explica Paeile.
Finalmente, a principios de 1972 y cuando ya
tenía un grupo importante de artistas, Paeile habló con Nemesio Antúnez y
organizaron en julio de ese año la exposición Pintura instintiva
chilena, en el Museo de Bellas Artes. En una entrevista realizada por El
Mercurio el 18 de abril de 1978, Lohse declaraba: “No quería ir y costó
mucho para que me convencieran. Viajé a Santiago contra mi voluntad,
pues la capital no me agrada. Cuando llegué al Palacio de Bellas Artes,
grande fue mi sorpresa. No había nadie. Me retiraba cuando salen en mi
encuentro los organizadores: ‘Era en el subterráneo la cuestión’. Estaba
lleno de gente y no hallaba qué hacer. Ya estaba metido en el lío...
“Grande fue mi sorpresa cuando entre los 25 pintores intuitivos de Chile
fui el vencedor. No me imaginé nunca que ello iba a pasar. Todos
querían que les firmara el catálago ... Nunca he firmado tanto en mi
vida”. Paeile
también sonríe frente a esta historia. “Fui a invitarlo personalmente a
Los Vilos y quedó encantado. Además, en esa exposición, en la que
participaron menos de 25 artistas, no hubo vencidos ni vencedores”,
recuerda.
Después
de la muestra del Bellas Artes, Paeile entabló una larga relación
epistolar con Lohse con el fin de pedirle cuadros para una serie de
exposiciones sobre pintura instintiva que se organizaron hasta mediados
de los ochenta. Fue así como Federico expuso en 1973 en la galería
Carmen Waugh, en las galerías La Fachada y el Cerro en octubre de 1985
como parte de la muestra colectiva “Pintores instintivos”, en la Galería
La Fachada en 1987 en el marco de la exposición “Naifs”, y en el Centro
Cultural de Las Condes.Las
últimas exposiciones en las que aparecieron sus cuadros fueron en 1989 y
en 1991 en el Palacio de la Alhambra, sede de la Sociedad Nacional de
Bellas Artes, invitado por su amigo Lizana que ya desde entonces era el
presidente de la institución.
Un referente cultural
Después
del mes y medio de luto, Lohse no fue olvidado en Los Vilos. El 23 de
junio de 1993 el Liceo C-17 de Los Vilos recibió el nombre de Nicolás
Federico Lohse Vargas, “en honor a su memoria y a la proyección
internacional de su arte pictórico”, como dice el decreto. Por otra
parte, la hermana de Federico y su hija número seis –la primera en Los
Vilos-, Rosa Lohse, decidieron reabrir las puertas de la casa -que 1978
había sido decretada Galería de Arte por la Municipalidad- para que
pudiera seguir siendo visitada.
Todo
sigue casi igual: la casa derrumbándose, los muros cargados de más de
doscientos cuadros, el aparador con los libros de visita, los catálogos
de las exposiciones, la colección de conchas y botellas, el esqueleto de
ballena que Lohse hacía pasar por restos de dinosaurio y la hermana
Rosa explicando la historia de las pinturas. Sin embargo, ya no se
venden refrescos, los frascos de dulces están vacíos, desapareció el
atento auditorio y falta don Federico.
UN HOMENAJE A FEDERICO LOHSE
El
siete de septiembre (2002) y a poco de cumplirse 10 años de la muerte
de Nicolás Federico Lohse, se inauguró en el Bodegón Cultural de Los
Vilos la exposición “Un homenaje a Federico Lohse”.
El objetivo de la
muestra fue rescatar la obra de Federico Lohse, darla a conocer y
valorizarla para que tanto la comunidad de Los Vilos, como visitantes
reconozcan en ella una expresión artística de identidad local. El gestor
del proyecto y presidente del Bodegón Cultural, Jorge Colvin, cuenta
que se seleccionaron alrededor de 80 cuadros, los cuales fueron
limpiados y enmarcados para luego montar la exposición en el Bodegón.
“Junto con eso invitamos a un grupo de artistas contemporáneos para que
acompañaran la obra de Lohse. De esta manera, también se produce la
valorización de sus pares”.
Los artistas participantes fueron Pablo
Domínguez,Paula Zegers, Jaime Lohse, Alejandro Lizana, Carlos Paeile,
Sergio Sagüez, Bororo, Sammy Benmayor, Iván Daiber, Pilar Landerretche,
Pilar Ovalle, Paula Rubio, Klaudia Kemper, Isabel Klotz, Lorena Molina,
Matías Pinto, Claudia Peña, Jorge Kuhn, Carlos Salazar y Sebastián
Garretón, También estarán presentes Alejandro Lizana, Carlos Paeille y
Jaime Lohse, hijo de Federico.
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