lunes, 18 de febrero de 2013

Breve y revuelta historia del espacio de los públicos en Chile

Por María Inés Silva
Publicado en OPC, mayo 2011

Tierra a la vista
En los últimos diez años, hemos podido apreciar cómo han surgido, reaparecido, cobrado fuerza e instalado en el discurso político-cultural chileno, aquellos conceptos y problemáticas vinculados al ámbito de los públicos de la cultura y las artes. Nos referimos a las nociones de accesibilidad física, cognitiva y simbólica; democratización y democracia cultural; gustos, participación y consumo; audiencias, públicos y no-públicos; mediación cultural y educación artística; creación, construcción, desarrollo, fomento, formación y fidelización de audiencias; estudios cuantitativos y cualitativos de públicos, medición y evaluación de resultados e impacto….

Las razones del rápido posicionamiento de estos conceptos en nuestro territorio son muchas y de diversa índole. A nivel político, por ejemplo, la creación del Consejo Nacional de Cultura y las Artes[1], CNCA, significó que muchos de ellos se constituyeran como pilares y principios fundacionales para el establecimiento de la “ansiada” institucionalidad cultural[2]. Ya desde allí, comenzaron a extenderse de manera rápida  al resto del país con el fin de instalarse también como bases de los Consejo Regionales.

El año 2005, estas nociones recibieron nuevamente el apoyo al ser “confirmadas” en el documento Chile quiere más cultura: Definiciones de política cultural 2005-2010[3], considerada como la primera política de Estado en materia cultural[4]. Entre las cinco líneas estratégicas que las conformaban, la tercera fue denominada “Participación en la cultura: difusión, acceso y formación de audiencias”, y tenía como objetivos “crear  y desarrollar más y mejores audiencias (…), aumentar el acceso de los grupos de escasos recursos y de los grupos vulnerables a los bienes de consumo cultural (…), fomentar la participación y la organización ciudadana descentralizada con fines culturales”.

Por otra parte, la Encuesta Nacional de Consumo Cultural 2004-2005 –primera en este tipo-, también aportó a la instalación y uso de estos conceptos, en la medida en que fue capaz de aterrizarlos, situarlos en el contexto chileno y ponerles cifras[5]. Además, el hecho de que éstas no fueran alentadores, que reflejaran la baja participación en cultura a nivel nacional y su relación directa con los niveles socio-económicos de la población, tuvo en efecto mediático que impulsó a nuevos y diversos agentes culturales a interesarse e involucrarse en esta área y por su desarrollo desde diferentes ámbitos: la gestión, la educación, la investigación, etc.

Durante la administración de la Ministra Paulina Urrutia (2006 -2010) se llevaron a cabo una serie de medidas que buscaban aportar a la construcción del campo de los públicos y fomentar la participación en cultura. Por ejemplo, el programa de centros culturales cuya meta era construir un centro en cada comuna de más de 50 mil habitantes con el fin de favorecer el acceso a la cultura de un mayor número de personas, fomentando así un proceso de democratización cultural. En esta misma línea, se insertaba la construcción e inauguración del centro cultural Gabriela Mistral, GAM, concebido como el espacio nacional para las artes escénicas, para el fomento y difusión de la creación local y para la formación de nuevas audiencias. También se implementó una red de circulación de bienes a través de dispositivos de infraestructura cultural de naturaleza móvil, y se instauraron los programas Gestión cultural local, Creando Chile en mi barrio, Chile + Cultura, y los días nacionales de las artes, entre otros.

Sin embargo, las iniciativas que tuvieron un mayor impacto cuantitativo con respecto a la apropiación, uso y abuso masivo de los conceptos y problemáticas mencionados, fueron aquellas relacionadas con el Fondo Nacional de la Cultura las Artes (FONDART). Como principal instrumento de financiamiento del sector, éste es conocido y utilizado por la gran mayoría de los actores del campo artístico cultural, quienes están atentos a los posibles cambios y evoluciones que éste pueda sufrir. Es por ello que cuando en enero 2007 se presentó la Línea FONDART Bicentenario, su presencia y contenidos no pasaron desapercibidos. Ella llegaba a financiar proyectos de mayor duración y con más recursos en las áreas de “Desarrollo institucional y fortalecimiento de elencos estables”, “Creación de excelencia” y “Fomento a la asociatividad”. Y como requerimiento fundamental, las bases planteaban que todos los proyectos tenían que poner “énfasis en la creación, ampliación y diversificación de audiencias, considerando dentro de su programación criterios que garanticen el acceso de sectores vulnerables”.[6]

Paralelamente, comenzaron a aparecer nuevas líneas, áreas y modalidades, tanto en FONDART Nacional y Regional, como en los otros Fondos Concursables (Libro, Música y Audiovisual.) Ellas se fundamentaban en la importancia de apoyar el proceso democratización cultural, favorecer el acceso, promover la participación ciudadana y aumentar el consumo. Pero para lograr todo aquello había que formar audiencias.

Y de esta manera llegamos al Bicentenario… con el “chip de los públicos” firmemente instalado, ya fuera en la cabeza como en el discurso. Tanto así, que resultaba difícil encontrar un programa o proyecto que no incluyera en su formulación, declamación y marketing la frase “creación y formación de audiencias”. Una especie de cierre para el Bronce…. algo así como la guinda que debía coronar el postre.

Desembarco
La segunda Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2009 (ENPCC) vino a consolidar definitivamente el interés y atención en este ámbito. En la síntesis descriptiva presentada a fines del 2009, se daba a entender que la joven institucionalidad cultural y las medidas políticas implementadas en los últimos cinco años comenzaban a dar frutos con respecto a los cuatro ejes en que ella había sido estructuraba: acceso a la cultura, infraestructura cultural, asistencia a espectáculos artísticos y culturales y gasto y consumo cultural-

La ENPCC planteaba, por ejemplo, que el 67% de los chilenos consideraba que su acceso a la cultura y las artes era ahora más fácil que hace cinco años, y que un 85% creía tener mayor acceso que la generación de sus padres. También se destacaba que el total de quienes nunca en su vida habían asistido a un espectáculo de danza había disminuido en 21 puntos porcentuales, mientras que quienes respondieron no haber asistido nunca al teatro pasaron de un 21,2% a un 7,6%. En el caso de los conciertos, la variación entre el 2005 y 2009 era de 12,5 puntos porcentuales, disminuyendo de un 19,1% a un 6,6%.

Con respecto a las artes visuales, la mayoría del público está compuesto por jóvenes de entre 15 y 29 años del estrato medio alto ABC1, con 17.1% de su público. Por otro lado, el tipo de exposiciones a las que el total del público asiste es principalmente a exposiciones de formatos tradicionales, por lo general lenguajes visuales socialmente aceptados como más accesibles de artes visuales, especialmente pintura (59,7%) y fotografía (22,1). Según la Política de Fomento de las Artes Visuales 2010-2015, estas estimaciones aparecen también en la Encuesta Nacional de Consumo Cultural 2004-2005, lo cual implica que no ha habido alteraciones significativas al respecto.

En la disciplina teatral, la ENPCC 2009 plantea que el 22% de la población que revela haber asistido al teatro en los últimos doce meses, está compuesto por un 5,7% que ha asistido una sola vez, configurando lo que se podría llamar ‘audiencia flotante’ y el 12,9% restante que ha asistido al menos dos o tres veces al año, se trata de lo que podría denominarse con flexibilidad ‘audiencia constante’. Este corresponde aproximadamente a 1,4 millones de personas”. De ese número, existe un 5,1% (alrededor de 550.000 personas) que declaran ir más de cuatro veces al año.

Por otra parte, y a partir de los mismos resultados de la ENPCC, surgieron desde los centros de estudios otros análisis y enfoques de interpretación. Por ejemplo, el sociólogo Tomás Peters del CISOC[7], plantea una tipología de consumidores de cultura en Chile,[8] definida en función de cinco tipos: consumidores incluidos, consumidores distantes, agobiados, exclusivos y consumidores tecnológicos[9].

Los “consumidores incluidos”, que corresponderían a un 16% de la población, tienen un alto nivel y frecuencia en el acceso y consumo. Las razones de su no consumo se relacionan, principalmente, con la falta de tiempo y motivación. Estos términos de estrato socioeconómico y educacional, cerca del 45% corresponde al segmento ABC1, un 48,5% de ellos tiene educación universitaria, y el 33,1% tiene educación media completa (común o técnica profesional). No se manifiestan diferencias significativas en términos de sexo, y la edad se concentra entre los 17 y los 34 años. Un consumidor incluido podría decir que “Estoy satisfecho con los bienes y servicios culturales que consumo, me permiten desplegar mi creatividad y ser más libre, pues puedo acceder a lo que deseo y, además, tengo las condiciones económicas y educacionales para hacerlo. En definitiva, la cultura es parte de mi vida cotidiana”.

Los “consumidores distantes” (19%) manifiestan un acceso medio y bajo a los bienes y servicios culturales. Las razones de no acceso se refieren a que “no existen lugares cercanos de producción cultural”, a que no “saben utilizar el equipamiento” y, en menor nivel, “a la falta de dinero”. Ellos corresponden principalmente al nivel socioeconómico medio (grupos C3 y D), la edad es heterogénea, son mayoritariamente mujeres, en su mayoría tienen educación media científico-humanista (41,9%) y, en general, provienen de regiones o ciudades pequeñas. “Me gustaría poder acceder a más bienes y servicios culturales, pero no tengo los recursos disponibles. Estoy lejos y no tengo equipamiento. Además, debo cumplir con quehaceres más importantes”.

Los “consumidores agobiados” (14%) tienen un acceso bajo que se debe, principalmente, a la falta de tiempo y de dinero. En términos sociodemográficos, corresponden al grupo socioeconómico bajo ( 40% al grupo D) y sus edades van entre los 33 y 54 años. En general, tienen una educación media (43,2%) y educación básica o primaria (29,6%). “Todos dicen que la cultura es importante, pero mi trabajo y las preocupaciones de la vida cotidiana son mi prioridad. Si bien me gustan las manifestaciones artísticas, no tengo ni el tiempo ni el dinero para acceder a ellas”.

Los “consumidores excluidos” (23%) corresponden a aquellas personas que tienen el acceso más bajo a los bienes y servicios culturales de la tipología. Sus razones de no acceso se enmarcan en la “falta de gusto e interés” y en la “falta de dinero”. En su mayoría, corresponden al estrato socioeconómico bajo: cerca del 40% corresponde al segmento D y un 22% al segmento E. En términos etáreos, más del 70% tiene 46 años o más, y un 54% son mujeres. Por otra parte, son los que tienen menor nivel educacional: un 41,3% sólo dispone de educación básica o primaria y un 25,5% educación media. “No tengo recursos ni me interesa acceder a la cultura. La cultura no es parte de mi vida cotidiana y sólo es para la gente que sabe”.

Los “consumidores tecnológicos” (28%) tienen un acceso medio a los bienes y servicios culturales. Sus razones de no acceso están dadas, principalmente, por la falta de tiempo, motivación e interés. Los principales bienes y servicios culturales que consumen son Internet, música grabada y películas en DVD, VHS, etc. También son ellos quienes más bajan música por Internet, ven películas disponibles en la Web, se informan por medio de páginas de medios de comunicación y se contactan con sus amigos por medio de programas específicos (MSN, Skype, Gtalk, etc.). En su mayoría son hombres (55,2%) y, en términos sociodemográficos, más del 50% corresponde a los segmentos ABC1 y C2. La edad se este grupo se concentra entre los 17 y los 34 años. En su mayoría, son personas con enseñanza media completa y, en segundo lugar, con título profesional universitario o de instituto profesional. Lo interesante de este grupo es que usa la tecnología como modo de apropiación de la cultura, lo que da vida a un nuevo estilo de acceso a los bienes y servicios culturales. “Gracias a la tecnología, puedo acceder a lo que me gusta: puedo bajar música, ver películas por Internet, leer, entretenerme e informarme de los temas que me interesan. Internet es mi principal medio para consumir cultura y me permite desarrollarme como persona”.

¿En tierra firme?
En marzo 2010 asume como nuevo Ministro de Cultura, el actor Luciano Cruz-Coke, quien explicita desde su primera intervención pública la presencia e importancia de los públicos y los beneficiarios de la cultura en su programa de trabajo.

Esto fue constatado en agosto 2010, en el marco del discurso inaugural de la VII Convención Nacional de Cultura “Sigamos construyendo futuro: Políticas culturales 2011-2016”[10]. Allí, Cruz-Coke anunciaba los cinco ejes de acción que constituirían la matriz para la “Política Cultural 2011-2016”, entre los que se encontraba el eje “Fomento a las audiencias[11]. Y frente a éste planteaba como diagnóstico que “el incremento notorio que han tenido los mecanismos de fomento a la creación no se ha visto acompañado por un aumento sustantivo del consumo cultural ni de las audiencias. (…) En materia de audiencias tenemos una realidad que reconocer: no estamos llegando a los más desprovistos de la sociedad. Mientras en asistencia a eventos culturales el segmento social ABC1 promedia un 30,6%, el segmento E lo hace con un desalentador 2,6%. (…) Mi desafío es muy ambicioso y el compromiso es disminuir esta desigual brecha que existe hoy”.

Con la Convención se dio inicio al proceso de elaboración de la Política Cultural 2011-2016. El punto de partida fue un trabajo de mesas, posteriormente replicado en las convenciones zonales, que se estructuró en torno a tres dimensiones: “Promoción de las artes”, “Patrimonio Cultural” y “Participación[12]. Ésta última fue entendida como “el pilar que tiene por función facilitar el acceso a las manifestaciones culturales, a las expresiones artísticas, al patrimonio cultural del país y al uso de las tecnologías que conciernen a la producción, reproducción y difusión de objetos culturales. En este escenario, es imprescindible garantizar espacios participativos para el desarrollo cultural y artístico del país, espacios que van más allá de una necesaria infraestructura emplazada en un territorio determinado, sino que implican posibilidades de acceder e integrar redes nacionales e internacionales de creación, gestión y difusión de contenidos y bienes”[13].

En enero 2011, Luciano Cruz-Coke presentó ante el Presidente de la República, la Cuenta Pública 2010[14].  Por una parte, se encontraba el Plan de reconstrucción y el proyecto Caravana de la Cultura[15] y, por otra, las acciones realizadas en el marco de seis ejes de acción. Cuatro de ellos correspondían a los anunciados en la VII Convención -modernización institucional, fomento a las industrias creativas, educación y promoción social, e infraestructura-, y dos que sintetizaban los grandes temas que venían siendo abordados en la mayoría de sus intervenciones: internacionalización y desarrollo regional.

Un solo ausente en la ceremonia del Palacio de la Moneda: el eje “Fomento de Audiencias”, formulado como tal en la Convención de agosto en Puerto Varas.

Sin embargo, la no mención de este eje no era sinónimo de la inexistencia o desaparición de los públicos de la Cuenta del Ministro. De hecho, se anunciaron una serie de iniciativas que aludían a ellos como, por ejemplo, los programas “Cultura en las cárceles” (dirigido a un público/beneficiario de presidiarios) y “Acciona”, iniciativa de educación artística dentro de la Jornada Escolar Completa (enseñanza media, básica y párvulo). “Los niños se acercan naturalmente a las expresiones artísticas en su primera infancia y es desde la primera niñez y años de enseñanza escolar cuando se adquiere el interés por las manifestaciones culturales. Ahí están las audiencias del futuro”. [16] También señalaba, en el marco del eje “infraestructura”, que con la puesta en marcha del GAM – Centro Cultural Gabriela Mistral-, de la red de centros culturales y de los futuros teatros regionales se esperaba generar un quiebre frente a la tendencia que muestran las encuestas: “un escaso consumo cultural de todos los segmentos de la población (…). Proveer de infraestructura necesaria a los espectáculos junto con un sistema de fortalecimiento a las instituciones que hacen de mediadores culturales que generen proyectos de permanencia en el tiempo permitirán ir fortaleciendo el acceso de los públicos a la cultura en sus distintas manifestaciones para que los artistas  puedan efectivamente llegar con sus creaciones a distintas ciudades del país y democratizar el acceso a la cultura (…).

Preparando territorio
A esta alturas de nuestra historia, tan rápida, revuelta y bombardeada de conceptos, hubo varios que se perdieron en el camino y otros que emprendieron nuevos rumbos. Pero también ha habido muchos que han seguido trabajando, se han ido profesionalizando y han abierto camino en este campo.

De hecho, algunos de los avances se pueden detectar a través de la lectura de las Políticas de Fomento 2010-2015 para Artes Visuales, Teatro, Danza, Fotografía y Artesanía[17], realizadas por el CNCA durante el año 2009. Aún cuando todavía queda muchísimo por recorrer, en estos documentos se visualiza un salto cualitativo en términos de discurso, contenidos y manejo de problemáticas en el ámbito de la “Participación, acceso y audiencias”.

La Política de Fomento de Artes Visuales, por ejemplo, establece como problema central el escaso reconocimiento social y capacidad de apreciación de las artes visuales en un público masivo. Desde allí se desprenden seis problemas específicos: a) desarrollo insuficiente de iniciativas de mediación artística, como estrategia fundamental para mejorar la participación y acceso a las artes visuales;  b) ausencia de estrategias innovadoras que fomenten la asistencia del público para valorar y disfrutar las artes visuales; c) cobertura escasa y superficial de las artes visuales en los medios de comunicación masivo, concentrándose exclusivamente en la cartelera de exhibiciones; d) formación artística escolar poco adecuada para la apreciación de las artes visuales contemporáneas; e) baja asistencia a exhibiciones de artes visuales de grupos vulnerables y de menor nivel educacional; f) carencia de investigación sobre audiencias en el sector de las artes visuales.

Por su parte, la Política de Fomento de Teatro plantea como problema central la dificultad para capturar demanda del teatro a través de participación amplia, equitativa y permanente a lo largo del año en espectáculos teatrales. Sus problemas específicos se refieren a: a) falta de inserción teatral en la formación temprana así como la ausencia de programas en el currículum que formen hábitos y que fomenten la apreciación teatral desde el ámbito escolar; b) escasas iniciativas de formación de público por medio de instancias creativas como forma de acercamiento del teatro a la gente; c) audiencia estacionaria concentrada en eventos puntuales (festivales, eventos masivos); d) baja participación de los grupos tradicionalmente excluidos del consumo cultural; e) cobertura muy deficitaria de los espectáculos de teatro en los medios de comunicación de masas y falta de crítica especializada; f) audiencias desinformadas y con escasas fuentes de orientación y estímulo para asistir a espectáculos teatrales; g) ausencia de estrategias y medidas de conocimiento, fidelización y promoción de la audiencia constante en el teatro.

Situación similar ocurre en Fotografía, Danza y Artesanía, aún cuando la información sobre el sector era menos detallada y específica, obviamente porque corresponde a áreas con menor nivel de desarrollo.

Formando ejército
El diagnóstico propuesto en las Políticas Sectoriales y los problemas allí detectados constituyen un importante fuente de insumos para este campo. Lo mismo ocurre con la información que ha sido recopilada en el marco del proceso de elaboración de la Política Cultural 2011-2016, en la dimensión “Participación ciudadana en el arte y la cultura” y sus ámbitos de “audiencia, subsidio y participación”.

Sin embargo, eso no basta. A la hora de diseñar políticas en el campo de los públicos es fundamental la experiencia, información y enfoques que pueden aportar las instituciones culturales. Son ellas quienes establecen contacto directo con las audiencias de las artes y la cultura, y son ellas las responsables de conocerlas, cautivarlas y fidelizarlas.

Desde esta perspectiva, surgen más preguntas: ¿quién hace qué en el campo de los públicos? ¿Cuál es el rol del Estado y de las instituciones culturales frente al fomento de audiencias?

De manera amplia y en términos generales, lo que se espera de una política de Estado en materia de públicos es que establezca enfoques y definiciones conceptuales, énfasis y prioridades estratégicas, que aporten a la construcción de un marco flexible desde donde se puedan abordar la diversidad de objetos y contextos dinámicos que nos competen, y desde donde se construyan herramientas para trabajar de manera eficaz y eficiente con perspectiva de continuidad.  Y cuando hablamos de definiciones, no nos referimos a discusiones epistemológicas de largo aliento que pasan por las distintas tradiciones intelectuales de la sociología de la cultura, los estudios culturales, los mass media y el marketing cultural para fundamentar el uso del concepto de público en lugar del de audiencia, espectador o consumidor.  No. No se trata de eso. Tiene más que ver con definir criterios que permitan medir, evaluar y readecuar acciones, así como dialogar entre los diferentes agentes culturales.

Con respecto al rol de las instituciones culturales en estos territorios, las tareas se concretizan. Esto porque aún cuando los públicos son elemento constituyente del programa de una institución, ello no significa que vayan a aparecer al interior de un  museo o en el foyer de un teatro por generación espontánea. En este sentido, las instituciones culturales tienen, en primer lugar, que visualizarlos e identificarlos. Segundo: ir a buscarlos. Tercero: conocerlos y acompañarlos. Cuarto: definirlos en función de estrategias de trabajo. Quinto: formarlos, en el amplio sentido de la palabra. Sexto: evaluar los efectos que aquella formación y sus distintas acciones están provocando.

Y toda esta información, debe ser considerada al momento de la elaboración de la política pública. Pero para poder producirla hay que partir por plantarse las siguientes preguntas: ¿las instituciones culturales conocen realmente a sus públicos?, ¿los han definido y caracterizado en función de diferentes criterios?, ¿se encuentran en condiciones de generar estrategias de trabajo específicas para cada uno de ellos?, ¿de qué hablamos específicamente cuando nos referimos a la formación de públicos, la mediación cultural y la educación artística?, ¿cuáles son los desafíos de la institución cultural frente a estos temas?, ¿qué experiencias existen en la materia, a nivel nacional e internacional? ¿es posible readecuarlas y reinterpretarlas en nuestros contextos?

Y podemos seguir con el cuestionario: ¿cuál es el rol de los artistas y del objeto artístico en este ámbito?, ¿cómo se relacionan y organizan los contenidos pedagógicos, los sociales y los artísticos en términos de un programa de formación de públicos y como contenidos transversales en el programa educacional?, ¿estamos llegando a los públicos que nos interesa formar de la manera en que queremos llegar?, ¿cómo influye el capital cultural en el trabajo con públicos?, ¿qué medios y soportes de comunicación utilizar en función de las características de los públicos? ¿cuáles son los efectos logrados? ¿qué tipo de impacto es el que estamos provocando?, ¿con qué herramientas y criterios podemos medirlo y evaluarlo?

Estos temas cobran relevancia en la situación actual. Los centros culturales de la red nacional de infraestructura cultural, así como los teatros regionales, deberán desarrollar planes para enfrentar estos desafíos; las instituciones culturales existentes necesitan profundizar y profesionalizar esta área de gestión; la participación del sector privado en cultura puede ser estimulada apelando a la responsabilidad social en el ámbito de la formación de públicos, sobretodo si se es capaz de evaluar impacto; los artistas interesados en la formación deberán indagar y experimentar los terrenos de la mediación cultural y nuevos enfoques frente a la educación artística… Y todo estos temas corresponden al ámbito de la política pública.

Mucho trabajo por delante… Recién se está partiendo…


[1] Creado el año 2003, por la ley 19.891 Disponible en: <www.cnca.cl>. A pesar de no tratarse de un ministerio, la nueva estructura recibe un presupuesto funcionamiento anual (como cualquier otro ministerio) y su director tiene el rango de ministro. El Consejo, “que cuenta con personalidad jurídica y patrimonio propio, tiene entre sus funciones el estudiar, adoptar, poner en ejecución, evaluar y renovar políticas culturales, así como elaborar planes y programas del mismo carácter”.
[2] Si bien la institucionalidad cultural se logra el 2003, es necesario recordar que ya desde el retorno a la democracia, con el Presidente Patricio Aylwin, se explicita la necesidad de contar con una institucionalidad cultural que diera cuenta de la nueva situación del país. La primera medida fue la constitución de una comisión, presidida por el sociólogo Manuel Antonio Garretón, que tenía por objetivo elaborar una propuesta para la institucionalidad cultural chilena. Su trabajó finalizó en agosto de 1991 con la proposición de crear un Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, dependiente directamente del Presidencia, y con una autoridad máxima que tuviera el rango de ministro. En noviembre de 1996 un grupo de diputados y de gestores culturales convocaron al “Encuentro de Políticas Públicas, Legislación y Propuestas Culturales”, realizado en Valparaíso. De allí emanó un documento con 120 propuestas las cuales reiteraban las conclusiones del equipo de Garretón. Ese mismo año, el Presidente Eduardo Frei formó una nueva comisión, encabezada por Milán Ivelic, para reelaborar una propuesta cultural, la cual en su informe final también insistía en la propuesta de la creación de la institucionalidad chilena. En mayo del 2000, el Presidente Ricardo Lagos anuncia su programa de gobierno en cultura y nombra al abogado, doctor en Derecho y ex rector de la Universidad de Valparaíso, Agustín Squella Narducci, como asesor presidencial en cultura. Su misión era coordinar a los organismos públicos de la cultura y elaborar el proyecto para una nueva institucionalidad cultural.
[3] Este documento fue desarrollado durante la administración del primer Ministro de Cultura, José Weinstein y presentada al Presidente de la República Ricardo Lagos el año 2005.
[4] Sin embargo, cabe destacar que el objetivo de favorecer la participación, el acceso y formar audiencias, ha estado presente hace bastante tiempo en las preocupaciones del Estado y de las principales instituciones culturales. Por ejemplo, durante los años 60 se habla de promoción cultural a través de la cultura y se trabaja por la sensibilización de públicos. Los teatros universitarios de la Universidad Católica (PUC) y de la Universidad de Chile manifestaban claramente en su declaración de principios la vocación de llegar a un mayor número de personas. Lo mismo ocurría con el museo de Bellas Artes y, con otras instituciones dependientes de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, DIBAM.
[5] También han aportado al posicionamiento de este ámbito en el campo cultural, los Informes Anuales de Cultura y Tiempo Libre, realizados desde el 2003 por el CNCA y el Instituto Nacional de Estadísticas, INE. , que buscan constituirse como el registro y sistematización de las dinámicas culturales. La primera versión fue editada el 2003 bajo el nombre de “Anuario de Cultura y Tiempo Libre: Arte, Patrimonio, Recreación y Medios de Comunicación”, que correspondía al trabajo efectuado por el Comité de Estadísticas Culturales[5]. Este funcionó durante los años 2002 y 2003 con el fin de diagnosticar la situación de producción y difusión de la información estadística del ámbito cultural en el país, y formular sugerencias para el mejoramiento y ampliación de las estadísticas culturales. Disponible en:
Consultada el 20 de enero 2011.

[6] Fondo Nacional de la Cultura y las Artes, Línea Bicentenario. Disponible en: <http://www.consejodelacultura.cl/fondosdecultura/Fondart_Nacional_Bicentenario.html>
Consultado el 15 de enero 2011.
[7] Centro de Investigaciones Socioculturales, Universidad Alberto Hurtado, Facultad de Ciencias Sociales. EL CISOC fue la institución que se adjudicó la elaboración de la ENPCC. <http://www.cisoc.cl>
[8] Presentada en la ponencia “Consumo Cultural y Tecnología. ¿Quiénes son los actuales consumidores de cultura en Chile?”, en el marco del Segundo Encuentro Internacional de Economía Creativa (Valparaíso, 2010 ).
[9] Para la realización de esta tipología se consideraron como variables incluidas los bienes y servicios culturales, las razones de acceso y no acceso y la frecuencia de acceso. Como variables excluidas se encuentran los géneros artísticos y una categorización en alta y baja cultura.

[10] La VII Convención Nacional de Cultura se realizó en agosto 2010 en la ciudad de Puerto Varas. El discurso del Ministro se encuentra disponible en: <http://www.cnca.cl/convencion2010/>. Consultado el 15 de enero 2011.
[11] Los otros cuatro ejes fueron definidos como modernización institucional, industrias creativas, educación y cultura, e infraestructura y gestión.
[12] En el marco de la dimensión “Participación” se trabajaron los temas de subsidio y gratuidad en las audiencias, evaluación de centros culturales nacionales y regionales, e iniciativas regionales emergentes.
[13] Política Cultural 2011-2016. Disponible en: <www.cnca.cl>
[14] La Cuenta Pública 2010 se encuentra disponible en: <http://www.consejodelacultura.cl/cuentapublica/Cuenta_Publica_Consejo_de_la_Cultura.html> Consultado el 15 de enero 2011.
[15] A través de estos programas el CNCA se hacía cargo de los daños provocados por el terremoto del 27 de febrero 2010.
[16] Ambos programas correspondía se enmarcaban en el eje “Educación y promoción social”.
[17] Estos documentos fueron realizados por el CNCA durante el año 2009. Disponibles en: <http://www.cnca.cl/politicassectoriales/Consejo_Nacional_de_la_Cultura_y_las_Artes.html>

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